A veces, mi ojo
vago
se propone
liderar el día
y sin demasiado
esfuerzo
va ganando
adeptos.
Se unen a su
doctrina
mis pies vagos,
le siguen mis
brazos vagos,
y termina
sucumbiendo
mi cerebro vago.
Mis corazón vago decide
también
adherirse a la
ley del mínimo esfuerzo.
Incluso mi gato
vago
se acopla a esta
jornada de
letargo
y se duerme sobre
mi tórax,
dejando a mis pulmones
sin ninguna
posibilidad
de rebelión.
de rebelión.